Amaya Forch fue recientemente entrevistada en “Chile lindo”, transmitido por Canal 13 y 13C, dialogando amigablemente con la periodista Sol Leyton. La actriz repasó su carrera en los medios y también discutió extensamente sobre su adolescencia.

La artista relató su mudanza a Alemania con su familia a la edad de 1 año y su retorno después de 7 años, manteniendo siempre el deseo de regresar.

“Yo viví con mi mamá hasta los 17, a los 18 me fui a vivir con mi papá, a los 20 decidí que ya era adulta y a los 22 me fui a Europa, pero la verdad es que me fui enamorada”, recordó Amaya.

En ese instante, Sol Leyton inquirió: “Si miras atrás ese tiempo, ¿lo miras con cariño?”, sin imaginar que la cantante compartiría un episodio traumático de su juventud.

“Creo que todavía estoy tratando de entender por qué, porque hay algo muy espantoso que me tocó vivir y necesito, no solamente entender por qué, sino que entender el para qué. Porque todavía no he encontrado de qué manera le puede ser útil a otro, o sea, para qué tuve que vivir lo que viví”, expresó Amaya.

Amaya Forch y su Confinamiento Inesperado: 16 Horas de Encierro en Alemania

Mientras vivía en Alemania, según ella, “un productor musical me llevó a grabar un disco. Yo iba a ser la corista de una banda bien conocida, era un productor conocido, me llevó a su estudio de grabación, que no era su estudio de grabación”. La artista se sorprendió al llegar al lugar.

“Me encerró ahí durante 16 horas, era su casa. Entonces llegué como a las 6 de la tarde, vi la puerta, le sacó la llave y me dejó salir como a las 8 de la mañana. Entonces, todo lo que sucedió ahí es algo que yo sé que tengo que contar en algún minuto y porque, cuando lo viví, yo decía, ‘esto que estoy viviendo no es real, no existe, no puede ser que exista’”, explicó.

“Y te puedo contar que lo estoy escribiendo y quiero hacer algo con ello, porque necesito hacer algo con eso”, añadió Amaya.

Finalmente, la cantante concluyó: “Yo creo que el único mensaje es, no quiero caer en el cliché de no estás sola, sí, estás sola, pero no eres la única. Y en conversaciones con mujeres me he dado cuenta que somos muchas, sino la mayoría. Muchas. No entiendo que a alguien le pueda producir satisfacción resquebrajar el alma a otra persona, con qué derecho y sobre todo de mujeres. Con qué derecho”.